Wiki Shadowhunters en Español
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Spoilers TEC2

Cuento extra (A Tale of Brunch en inglés) es una escena eliminada de El libro perdido.

Fue incluida por primera vez en algunas primeras ediciones del mismo. Y más tarde también se incluyó como extra en España.

Descripción[]

Los personajes principales de Cazadores de Sombras salen a celebrar la graduación de Simon de la Academia de Cazadores de Sombras un tiempo después de su ascensión.

Historia[]

Cuento extra

Hoy, Magnus y Alec han luchado la última batalla de una guerra en curso, una guerra que todas las semanas desgarra su barrio. Los frutos de las victorias son dulces; las derrotas, brutales.

El campo de batalla es el brunch dominical en Williamsburg.

Alec regresó al grupo que esperaba reunido en la acera, con un rictus de dolor. Magnus sujetaba a Max, con cara de preocupación. Alec intuyó, por la expresión de sus rostros, que sus amigos habían deducido que las noticias eran malas. No tenía sentido disfrazar la verdad. Recorrió con la mirada los rostros expectantes: de su parabatai, la novia de este, el amor de su vida y su hijito. Le rompía el corazón decírselo.

—Una hora y media.

—¿Una hora? —repitió Clary, horrorizada—. ¿Para una mesa?

—Y media. —Alec apretó el mentón—. Creo que deberíamos esperar. Simon ni siquiera ha llegado.

Clary miró preocupada el patio repleto del restaurante.

—Lleva meses hablando de comer en Old Filthy Joe —dijo con firmeza—, y esto es una celebración.

Hacía unas semanas que Simon se había graduado en la Academia de los cazadores de sombras, un logro que había ido acompañado de una tragedia. Después de que el mejor amigo de Simon en la escuela, George Lovelace muriera durante el ritual de Ascensión, nadie había tenido ganas de celebraciones. Pero ya había pasado un timepo, y Clary mantenía que Simon merecía tomarse un momento para sentirse orgulloso de lo que había conseguido. Y Alec y Magnus siempre se apuntaban a una comida.

—Si no, no salimos de casa —había dicho Magnus, meneando la cabeza—. Nos quedamos y babeamos con Max durante todo el día.

En ese momento, se hallaban en la acera formando un círculo. El día era un poco gris, Alec había estado soñando con acomodarse en una confortable mesa y beber una taza de café tras otra con sus amigos. Quizá incluso comer unos huevos.

Los clientes en el patio reían y bailaban en medio de su resplandeciente banquete. Alec los odió.

—Es muy sofisticado —dijo Jace en tono de duda.

—Sí, ¿y qué? —Clary se dirigió a Magnus—. Pensaba que en Williamsburg solo había... ya sabes, galerías de arte ilegales en naves industriales abandonadas. Creía que por eso vivías aquí.

—Cuando erais pequeños la cosa era así, más o menos —contestó Magnus con una media sonrisa—. Ahora son todo torres de apartamentos y panaderías artesanales para perros.

—Los perros regentan las panaderías? —preguntó Alec, justo cuando le sonó el móvil. Magnus le dedicó una resplandeciente sonrisa. Max miró alrededor como si estuviera tratando de averiguar cuál era el chiste.

Por educación, Alec se apartó unos pasos del grupo en la acera para responder; era Maia.

—Una hora y media —dijo.

Maia rio.

—Sí, eso era lo que suponíamos. Bat y yo hemos ocupado uno de los enormes reservados en el piso superior de Maggie's y deberíais venir todos para aquí.

—Estamos esperando a Simon e Isabelle... —comenzó Alec.

—¡Sorpresa! He interceptado a Simon e Isabelle —lo interrumpió Maia, muy orgullosa de sí misma—. Ya están aquí. Hasta tienen ya unas mimosas. Saludad, chicos.

—Hola —se oyó la voz de Isabelle a corta distancia—. Puedes tomar todas las mimosas que quieras incluidas en el precio de la comdia.

—¡Lo que quiero es veros, chicos! —gritó Simon—. Nosotros no tenemos que fichar, puedo ir a desayunar al Old Filthy Joe cualquier martes. Venid para aquí. Nos comeremos nuestro peso en pierogis.

—Llevamos a un bebé, por cierto —añadió Alec.

—Ya lo suponíamos —repuso Maia—. Los camareros dicen que también puede beber todas las mimosas que quiera, pero que tendrá que traerse su vaso de bebé.

—¡Maia! —exclamó Alec, escandalizado—. ¿Ha aparecido Lily?

—Alec —respondió Maia pacientemente—. Los vampiros no toman el brunch.

—¿Por qué no? —replicó Alec—. El brunch es genial.

—Oh, ya sabes, es demasiado caro —gritó Simon.

—No comen comida —insistió Maia—. Y es de día. Tráetelos a todos para aquí, Alec, Maggie quiere que pidamos. Ya nos están mirando mal. Sí, ya te estoy viendo mirarnos —añadió dirigiéndose a otra persona.

—Tomaos otra mimosa —aconsejó Alec, y colgó.

Volvió al círculo, donde Clary estaba hablando.

—Creo que Magnus debería seducir al maître. Seguro que es el seductor con más práctica.

—Pero yo tengo un carisma radiante —protestó Jace.

—Llevo un bebé encima —dijo Magnus—. Es un pequeño obstáculo para un seductor potencial.

—Nadie tiene que seducir a nadie —informó Alec con firmeza—. El resto del grupo está en Maggie's. Simon también —dijo rápidamente antes de que alguien pudiera objetar—. Y quiere que vayamos con él.

Maggie's era uno de los lugares favoritos de Magnus desde hacía tiempo, un restaurante polaco que llevaba cuarenta años en la misma esquina de Greenpoint y, de algún modo, había sobrevivido a la oleada del cambio. Cuando Alec y sus amigos comenzaron a frecuentar a Magnus, también se convirtió en uno de sus lugares predilectos. Era un restaurante atemporal, turbi y de alguna manera agradable y legítamente cutre al mismo tiempo.

Estaba a unos diez minutos caminando, durante los cuales Alec le preguntó a Magnus si quería que cogiera a Max. Magnus fingió ofenderse.

—Quizá no me pase el día entrenando como tú —replicó—, pero puedo recorrer mi barrio a pie con un bebé a cuestas.

—Magnus —contestó Alec—. Déjame que lo diga de otro modo. Me gustaría llevar un rato a Max.

—¡Oh! —exclamó Magnus—. Bueno, en ese caso...

En un momento, Max pasó de los brazos de Magnus a los de Alec, y siguieron hacia Maggie's. Maia les había conseguido uno de los enormes reservados de arriba, que estaba en una especie de balconada que daba al resto del comedor. Los nueve cabían perfectamente.

—Y explicadme —dijo Jace una vez se hubieron sentado— este ritual mundano conocido como brunch.

—Permitidme —repuso Magnus mientras se estiraba un poco, ya liberado de la mochila portabebés—. En los confines de la ciudad de Nueva York, cualquier comida consumida en fin de semaana, especialmente el domingo, se puede considerar un brunch, y por tanto, un momento apropiado para beber champán durante el día.

—Pero tiene un coste terrible —añadió Clary—. no puedes reservar mesa. Además, Jace, por favor, nada más de eso de que tú eres cazador de sombras y por eso no sabes lo que es una pizza, o lo que sea. Sabes perfectamente lo que es un brunch.

—Supongo que aprendí una antigua definición de mi gente en las montañas de Europa Central —concedió Jace, dudoso— pero entendí que era un refrigerio entre el desayuno y la comida. Son las dos de la tarde.

Isabelle le puso la mano en el hombro.

Brunch es una forma de ser —explicó—. Un estado mental.

Simon estada frente a Alec y Max, al otro lado de la mesa, y se inclinó para hacerle cosquillas al bebé en la barbilla. Max soltó unas risitas.

—Mírate —comentó Simon, admirando—. Abandonado en un portal, y ahora estás aquí.

—¿En Maggie's? —preguntó Alec secamente.

—En la gran ciudad. ¡Lo has logrado, chaval!

Max hizo una serie de ruiditos de felicidad, que no llegaban a ser palabras, y agitó las manos.

—¡Muy bien! —exclamó Simon—. ¡Manos de jazz!

Isabelle le dio un palmotazo a Simon en el homrbo.

—¡No le digas que lo dejaron abandonado en un portal! —susurró—. Le puede molestar.

—Sí, se le ve muy molesto —replicó Simon. Le había ofrecio a Max su cucharilla, y el bebé y él estaban examinándola muy de cerca.

Hubo un barullo general de cartas y pedidos. Maggie's era conocido, entre otras cosas, por sus crepes con trocitos de chocolate, cada una de tamaño de una rueda de bicicleta; Alec se aseguró de que Jace pidiera dos para compartir, como de costumbre.

Junto a Simon, Maia captó la atención de Alec.

—He oído que quizá tu madre se retire como directora del Instituto.

Alec parpadeó sorprendido.

—Hace unas semanas me comentó algo sobre la posibilidad de dimitir en algún momento. ¿Dónde lo has oído?

Maia se encogió de hombros.

—Los subterráneos hablan. ¿Y quién va a dirigirlo en su lugar? ¿Cuáles son las noticias desde dentro?

Los cazadores de sombras se miraron entre ellos. Nadie reveló ninguna información.

—Podría hacerlo yo —se ofreció Jace, ante las risitas de la mayoría de la mesa—. ¿Qué?

—Es que no parece algo que tú quisieras hacer —contentó Isabelle.

—No estoy diciendo que quiera hacerlo —replicó Jace—, solo que podría.

—Pero ¿quieres? —insistió Isabelle.

—No —contestó Jace—. No quiero. Solo digo que lo petaría como director del Instituto. Pero no necesito demostrarlo especialmente, como ninguna otra cosa.

—Me alegro de que hayas afirmado que serías excelente haciendo algo que no tienes ningún interés en hacer —dijo Clary—. Pero alguien tendrá que hacerlo. Me refiero, alguien del Enclave de Nueva York, si no, la Clave enviará a cualquiera que busque un ascenso —añadió.

—No podéis dejar que hagan eso —soltó Bat con énfasis, y todos se volvieron sorprendidos—. Enviarían a cualquier loco.

Jace bebió un sorbo de café y asintió.

—Enviarán a Marjorie Volgelspritz desde Hamburgo, y nos hará ordenar la armería por orden alfabético.

Alec se estremeció.

—Nos enviarán a Leon Verlac de París, e intentará seducir a todo el mundo. Hombre, mujer, hada que tenga pinta de planta antropomórfica. A cualquiera.

Max rio, y Alec se recordó a sí mismo que Max reía porque sí, no por entender la broma.

—Eso es curiosamente específico —comentó Simon.

—Tengo una pesadilla habitual muy específica —contestó Alec, sombrío—. Dejémoslo. La cuestión es que no sé cuándo se va a retirar mi madre. Podría seguir durante meses o incluso años. No lo sé. Solo estaba... empezando a hablarlo.

—Muy bien, ya basta de asuntos de cazadores de sombras —protestó Magnus—. Ya tenemos la bebida; deberíamos hacer un brindis por el homenajeado.

—Eso también es asunto de cazadores de sombras —bromeó Clary.

—Sí, pero es un asunto de cazadores de sombras que tiene que ver con fiesta —apuntó Magnus—. Por Simon, ¡el último inocentón en unirse a los nefilim!

—Estoy seguro de que eso me correspondía decirlo a mí —dijo Jace—. Quiero decir, no lo de «inocentón». Felicidades, Simon, recuerda que ya no eres un imparable vampiro diurno invulnerable.

—Quería decir «eso, eso» —dijo Clary—, pero no con algo tan de bajón.

—¡Pues tres hurras por Simon! —añadió Jace con soltura.

—¡Eso, eso" —gritó Clary, y todos lanzaron hurras por Simon Lovelace, un cazador de sombras recién salido del horno. Alec se fijó en el rostro de Simon. Había estado realmente inexpresivo durante los brindis de Magnus y Jace, y en ese momento sacudía la cabeza, como para aclarársela y volver a centrar su atención. Sonrió y bebió un trago, y luego siguió bebiendo.

—Muy bien —exclamó mientras dejaba la copa en la mesa dando un golpe—. He estado fuera de Nueva York y necesito que me pongáis al día. ¿Qué está pasando en el Submundo?[1] ¿Cómo lleva la ciudad el peso de la llegada de Max Lightwood-Bane, el mayor regalo a lo guay que es Nueva York desde John Lennon...?

—Nadie sabe de lo que estás hablando, cariño —respondió Isabelle con voz amable mientras le daba unas palmaditas en el brazo a Simon.

—¡Maia! —exclamó Simon—. ¿Y a ti como te va?

—Umm —respondió Maia—. Lo cierto es que he estado gestionando la librería.

—¿Qué librería? —preguntó Simon.

—La librería por antonomasia —contestó Maia—. Libros Garroway.

—¡Oh! —repuso Simon—. Muy guay.

—¿La librería va incluida con la manada de licántropos? —preguntó Magnus, divertido.

—Sí —respondió Bat tristemente.

—No —corrigió Maia—. Luke sigue siendo el dueño, y estamos en contacto casi todos los días, la verdad. Pero se pasa la mayor parte del tiempo en su granja. Y ser licántropo no paga las facturas. No puedes ser un licántropo profesional, por así decirlo. Y yo ya sabía que Luke sería un buen jefe, así que...

—Quiero que sepas —le dijo SImon a Bat, muy serio—, que siempre te he considerado un DJ profesional, pero un licántropo amateur.

—Muchas gracias —repuso Bat—. Estoy de acuerdo. Para mí, ser licántropo es más un pasatiempo que una vocación, ¿sabes?

—En primer lugar, eres mi lugarteniente —le recordó Maia—. En segundo, como jefa de la manda, mantengo mis órdenes de que hagas seis turnos a la semana en la librería. Te irá bien. Quizá llegues a leer un libro.

Bat meneó la cabeza tristemente mirando a Magnus.

—El poder se le ha subido a la cabeza.

—Además —continuó Maia hacia Simon, sin hacer caso a Bat—, hemos empezado a hacer las reuniones de la Alianza en la guardilla, y está muy bien. Sigo queriendo que vengas alguna vez. Eres el único cazador de sombras que ha sido subterráneo en quien se me ocurre pensar. Quiero decir, por lo general solo puede ser al revés.

Simon parecía un poco agobiado.

—Técnicamente, solo hace unos días que soy cazador de sombras —contestó—. Quizá cuando esté un poco más acostumbrado.

—¿Puedo informaros de algo? —preguntó Isabelle, levantando la mano entusiasmada. Simon pareció aliviado.

—Claro —dijo, y Alec vio que Isabelle lo había rescatado, que había algo en la jovialidad de Simon que podía resbalar, y si resbalaba, él podría caer. Qué bien que Simon tuviera a Isabelle. Que se tuvieran el uno al otro.

—Yo —comenzó Isabelle— voy a poner a mi novio en mi dormitorio de niña por tiempo indefinido.

—Oh, lo sabemos —repuso Clary, sin darle demasiada importancia.

—Es raro. ¿No es raro? —Isabelle se dirigía a Jace.

—Clary tiene su propio dormitorio —contestó Jace.

—Sí, pero nunca duerme ahí.

Alec observó a Jace mientras la expresión de este fue mostrando rápidamente el proceso de pensar algo terrible como respuesta, de considerar si iba a decirlo o no, y de decidir que no. Alec se sentía muy orgulloso de ver por fin avances, aunque graduales, de su parabatai hacia la madurez.

—No me da la sensación de estar en el cuarto de una niña —intervino Simon—. Es como si estuviera en un dojo de artes marciales. Uno muy lujoso, todo hay que decirlo. Muy a la moda, para un dojo.

—Si dirigieras el Instituto, tendrías una habitación más grande —señaló Alec, sonriendo.

—Oh, bueno, entonces yo sí que me apunto —dijo Jace.

—Isabelle, hay unos treinta dormitorios en el Instituto —comentó Clary—. Coge uno nuevo. Coge tres e id haciendo rotaciones.

—Bueno, estamos... —comenzó Simon, y se calló.

Alec miró hacia Isabelle con curiosidad.

—Estamos buscando piso —informó Isabelle.

Alec se irguió en su asiento.

—Bueno, ¡bien hecho! —exclamó. Max dio palmas—. ¡Sí, aplaudamos que la tía Isabelle se busque casa propia!

—Uh, gracias —dijo Isabelle.

Magnus se inclinó hacia ella.

—Solo se alegra porque ya no será el niño malo que se marchado de casa.

—No, no, soy yo quien empieza a ser la niña mala que aún vive en casa —puntualizó Isabelle.

Max lanzó de repente un gemido de infelicidad.

—Lo sé —dijo Simon—. Es totalmente injuto.

—El niño tiene buen juicio —dijo Magnus, asintiendo, y tomó un sorbo de su champán. Se inclinó hacia Max—. ¿Por qué eres un bebé tan quejica? ¿Sabes decir bapak? Quiere decir papá. Di bapak, nene —Max dejó de llorar durante un momento para agitar los dedos hacia Magnus, pero volvió a empezar.

—Creo que lo que necesita es levantarse y moverse un poco —dijo Alec, como disculpándose, y sacó a Max de la silla—. Hay un montón de ruido y un montón de historias.

—Es mucho para que lo aguante un azulete —coincidió Isabelle, empática.

—Perdona —intervino Simon, como ofendido—. Max es un azulete con cuernos muy especial.

—Me he fijado —comentó Jace mientras Alex se levantaba, sujetando cuidadosamente a Max— que Max puede hacer potentes hechizos de brujo que hace que el cerebro de cualquier que esté en un radio de dos metros se convierta en mantequilla. Sí que tiene muchísimo talento.

Clary bufó.

—No es magia. Es solo que se trata del mejor bebé de todos los tiempos. —Al ver la mirada de Jace, le dio una palmadita en el brazo—. Excepto por ti, cariño.

—Pero si no tengo celos del bebé —protestó Jace.

Magnus y Alec se miraron, y este se encogió de hombros nuevamente. Max seguía llorando y parecía estar preparándose para subir el volumen de verdad.

—Me voy a andar —dijo Alec, y se levantó de la mesa. Había echado una ojeada al restaurante y entre la multitud que esperaba delante y la general densidad de gente comiendo, sabía donde apostar por un poco de silencio para calmar a Max. Sintió una gran gratitud hacia el restaurante por proveer a un progenitor con lo mejor de todo: un baño para un solo ocupante.

En el contraste con el brillante arco iris de color en el resto del restaurante, el baño era de un blanco impecable, casi cegador bajo el sol que entraba a raudales por la ventana traslúcida. Losetas de peidra blanca, anchas, planas y limpias por todas partes, paredes, techo, suelo. El único detalle en el cuerto era la imagen enmascarada en el espejo, justo sobre el lavaba blanco con sus blancos grifos: el rostro de Alex Lightwood, y bajo él, la carita azul de su hijo.

Alec corrió al lacabo para abrir los grifos y crear algo de ruido blanco, e hizo saltar a Max de arriba abajo entre sus manos, como a él le gustaba. No se había esperado nada de todo esto. No el brunch, claro; sí que se había esperado el brunch. Lo cierto era que antes no se había planteado en absoluto ser padre. Si se lo hubieran preguntado probablemente se habría encogido de hombros y habría dicho que se veía teniendo un hijo algún día, pero que no era un tema que le quitara el sueño. Sabía que Magnus nunca había criado a un hijo, y había supuesto que esa era su posición respecto a la paternidad: sin duda había tenido tiempo más que suficiente para pensárselo y había decidido no hacerlo. Pero la pregunta de si ser o no ser padre había desaparecido en el momento en que había sido remplazada por la pregunta de si ser o no ser el padre de Max, y a Alex ya no le sorprendía que Magnus hubiera respondido sí a esa pregunta tan rápido como lo había hecho él mismo.

Su amor por ese niño seguía sorprendiéndole y asombrándole todos los días. Max se había calmado y se miraba en el espejo con los ojos muy abiertos de curiosidad.

—Ese es papá —dijo Alec mientras se inclinaba para hablar en voz baja junto a la cabeza de su hijo—. ¿Ves a papá? Y debajo de él, ¿quién será ese...? ¡Es Max!

Max lo miró dubitativo, con una mirada de medio lado.

—Eres demasiado pequeño para saber que ese del espejo eres tú —comentó Alec—, pero te prometo que eres tú. Somos tú y yo.

—Pa —dijo Max.

—Tú, yo y bapak —murmuró Alec para sí, y el corazón le dolió de amor.

Trivia[]

  • Este relato vino solamente en las ediciones especiales de Reino Unido por Waterstones.
    • Más tarde, Cassandra Clare lo publicó para leer en línea de forma gratuita a través de su boletín de noticias con el título "Un cuento de brunch (desayuno-almuerzo)" (A Tale of Brunch en inglés).[2]
  • En España también fue publicado con algunas primeras ediciones como un librito extra.

Galería[]

Referencias[]

  1. En español se tradujo como «Inframundo»
  2. Boletín de noticias de Cassandra Clare de abril de 2023
Las Crónicas de Cazadores de Sombras de Cassandra Clare
Cazadores de Sombras
Ciudad de Hueso Ciudad de Ceniza Ciudad de Cristal
Ciudad de los Ángeles Caídos Ciudad de las Almas Perdidas Ciudad del Fuego Celestial
Los Orígenes Renacimiento
Ángel Mecánico Lady Midnight
Príncipe Mecánico El Señor de las Sombras
Princesa Mecánica La Reina del Aire y la Oscuridad
Las Últimas Horas Las Maldiciones Ancestrales
La cadena de oro Los manuscritos rojos de la magia
La cadena de hierro El libro perdido
La cadena de espinas El Libro Negro de los Muertos
Los Poderes del Mal
El Último Rey de Feéra El Último Príncipe del Infierno El Último Cazador de Sombras
Las Crónicas de Magnus Bane
Lo que realmente pasó en Perú Salvar a Raphael Santiago
La reina fugitiva La caída del hotel Dumort
Vampiros, pastelitos y Edmund Herondale ¿Qué comprarle a un cazador de sombras...
El heredero de medianoche La última batalla del Instituto de Nueva York
El auge del hotel Dumort El curso del amor verdadero...
El buzón de voz de Magnus Bane
Cuentos de la Academia de Cazadores de Sombras
Bienvenidos a la Academia... Reyes y príncipes pálidos
El Herondale perdido Sabor amargo
El demonio de Whitechapel La prueba de fuego
Nada más que sombras Nacido para la noche eterna
El mal que amamos Los ángeles descienden dos veces
Fantasmas del Mercado de Sombras
Hijo del amanecer Los malvados
Emite largas sombras La tierra que perdí
Cada cosa exquisita A través de la sangre, a través del fuego
Aprender sobre la pérdida El mundo perdido
Un amor más profundo Caído por siempre
Libros complementarios
Códice de los Cazadores de Sombras
Una Ilustrada Historia de Notables Cazadores de Sombras y Habitantes del Submundo
Cazadores de Sombras y Subterráneos
Libro oficial para colorear de Cazadores de Sombras
Todas las Historias son Verdad: Clásicos reinventados en el mundo de Cazadores de Sombras
Los Secretos de Blackthorn Hall
Mejor de negro
Extras
Las Crónicas de Cazadores de Sombras (Extras)
Una historia extra de Magnus y Catarina
Cuento extra
La fiesta de compromiso
Un amor que no se cansa
Novelas gráficas
Ciudad de Hueso: La Novela Gráfica
Cazadores de Sombras: Los Orígenes - Serie Manga
Ángel Mecánico: Manga Príncipe Mecánico: Manga Princesa Mecánica: Manga
Cazadores de Sombras: La Novela Gráfica
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Adaptaciones
Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso
Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (videojuego)
Shadowhunters: The Mortal Instruments
Cancelado
Cazadores de Sombras: Las Traiciones Secretas
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