Adelantos de Un cambio radical

Adelantos publicados por Cassandra Clare de Un cambio radical.

Adelanto #1

—¿Y de dónde dijiste que eres, Sr. Worthing?

Matthew dejó su copa de vino sobre la mesa. No había bebido nada del vino, por supuesto, pero descubrió que simplemente girar el tallo entre sus dedos y gesticular ocasionalmente con la copa era suficiente para engañar a la mayoría de las personas, lo que evitaba preguntas molestas sobre por qué estaba absteniéndose.

—La finca de mi familia está en Hampshire —dijo, intentando imitar el acento más pomposo que podía.

Había decidido que, para los propósitos de este viaje en barco, adoptaría la persona de un idiota de la alta sociedad británica del tipo cazador de zorros. Cazando a los pobres y desamparados zorros por los terrenos de alguna enorme casa, pensó. ¿Por qué no intentar algo realmente difícil, como cazar a un demonio Feroci por los callejones de Londres?

—Regresaré allí después de visitar Constantinopla, habiendo completado mi Gran Tour.

Adelanto #2

Matthew se incorporó de un salto. La imagen residual del sueño aún ardía en su mente: el largo prado sin características, el niño en la hierba convirtiéndose lentamente en un esqueleto. Se quitó las sábanas de encima, encorvándose, con las manos presionadas contra su estómago, que le dolía como si lo hubieran pateado.

Sentía que podría vomitar, pero sabía que no lo haría. No era la primera vez que tenía ese sueño. Ni la cuarta o la quinta. Lo soñaba casi todas las noches, y había sido así desde que Christopher murió.

Hubo un suave ruido y algo aterrizó en su cama. Un momento después, una forma cálida y peluda se estaba acomodando junto a él, y pudo escuchar el sonido de una cola preocupada moviéndose de un lado a otro.

—Oscar, idiota —dijo Matthew, y extendió la mano para acariciar la cabeza de su perro.

La cola de Oscar volvió a golpear el suelo, ahora con placer. No se necesitaba mucho para hacer feliz a un perro.

Adelanto #3

Era una noche hermosa.

La cubierta del paseo serpenteaba alrededor de todo el Majestic como un collar de madera pulida y accesorios de latón. Había pocos paseando como Matthew, tal vez porque hacía frío y había viento, pero los cazadores de sombras estaban acostumbrados al frío. Además, el viento alejaba las nubes, dejando al descubierto un cielo tan lleno de estrellas que parecía como si un joyero hubiera llenado apresuradamente un cajón con puñados de diamantes sueltos.

Un año atrás, Matthew no habría podido disfrutar del camino que la luz de la luna trazaba sobre el agua, ni del cielo en llamas blancas. Habría estado pensando en su último trago, o dónde encontraría el siguiente. Un círculo frenético de dolor, vergüenza y anhelo: uno que había tenido que recorrer invisiblemente, ocultando sus secretos a sus amigos, a su familia.

Ahora se había quitado el peso de encima. Se sentía ligero, y a veces extrañamente en reposo, como un molino de viento en una noche sin viento. Ya no se despreciaba a sí mismo, pero tampoco conocía su propósito. Si es que uno tenía que tener un propósito, reflexionó. ¿No era suficiente ser un cazador de sombras, uno entre muchos, pero cada uno de ellos había jurado proteger a la humanidad contra los demonios? ¿Mantener la paz entre mundanos y subterráneos, brujos, hombres lobo, el Pueblo Justo y vampiros?

Un año atrás, tampoco estaba seguro de haber identificado tan rápidamente a la señorita Gwendolyn como un vampiro. Pero Matthew pasaba más tiempo con los subterráneos que la mayoría de los cazadores de sombras. Con algunos era amigable, pero no se engañaba a sí mismo pensando que eso significaba que no eran peligrosos. Y un vampiro escondido entre humanos era motivo de preocupación.

Había notado que Gwendolyn no había comido y que había bebido poco vino. La translucidez de sus uñas. Su palidez, incluso bajo una capa de maquillaje. Las venas de sus sienes: si eran visibles, tenía hambre. Y había estado el extraño comportamiento de Orville Cole. La forma en que la había mirado con adoración. Los humanos a menudo caían bajo el hechizo de los vampiros, y les resultaba imposible resistirse a ellos. No era lo mismo que una relación de esclavos, donde el vampiro se alimentaba del humano y a cambio le prometía la vida eterna, pero era un uso del glamour vampírico prohibido por los Acuerdos.

Aunque Gwendolyn había parecido, en todo caso, molesta por las atenciones de Cole. Tal vez lo había encantado sin querer y no deseaba nada más que deshacerse de él. Era difícil decirlo; Matthew no tenía la sensación de que ella hubiera sido un vampiro durante mucho tiempo.

 En ese momento, perdido en sus pensamientos, Matthew chocó con algo sólido.

—Perdonnez-moi... oh. Eres tú —El joven de la cena, Sylvain Allard, había surgido de las sombras de la noche.

Vestía un traje oscuro de verano que se mezclaba con la noche.

Adelanto #4

Una pequeña línea apareció entre las cejas de Sylvain.

—¿Y tú? —dijo—. Eres el hijo de la Cónsul, tú y tu parabatai sois famosos. James Herondale y Matthew Fairchild. —No sonaba amargado ahora, solo curioso—. Todo lo que tú y tus amigos habéis hecho... ¿por qué os iríais después de trabajar tan duro para hacer seguro vuestro mundo?